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Nuria Llop

CONFESIONES DE UNA ESCRITORA

Abrí el blog “En mi tintero” para contaros cosas sobre el Siglo de Oro que no tienen cabida en mis novelas por pertenecer al género, tristemente menospreciado, de “novela romántica”. Admito que hay un buen número de publicaciones que no invitan a encumbrarlo, pero no todas carecen de calidad ni dan la impresión de estar escritas deprisa y corriendo, inspiradas en un telefilme lacrimógeno o una comedia de la factoría Hollywood, sin pararse a pensar en que una novela debe tener una estructura argumental, un tema, unos personajes que evolucionen y un entorno que la sostenga.


Ese entorno, en el subgénero llamado “histórico” de la novela romántica, tiene que quedar integrado en la acción, en lo que los personajes hacen, dicen y piensan, y no es una tarea fácil. Para conseguirlo, debes empaparte de la documentación que encuentras (y seleccionas) sobre la época en la que has situado la ficción que vas a escribir, trasladarte mentalmente a ese momento ya lejano en el tiempo y vivirlo en tu interior como vives el día a día en el presente. Es la única manera que conozco para transportar al lector a esa época, para que no tenga que esforzarse en imaginarla ni sienta que, de repente, se ha convertido en un alumno de una clase historia a la que no le apetece asistir porque, evidentemente, quiere seguir leyendo lo que les sucede a los protagonistas de la ficción.


¡Y no sabes lo que duele renunciar a impartir esa clase magistral!

Por lo menos, a mí me duele.


Confieso que tengo un punto de vanidad, como escritora y como persona, que me gustaría presumir de lo mucho que sé (que, en realidad, es muy poco) y dejar constancia por escrito, en mis novelas, de casi todo lo que he aprendido desde que empecé a escribir romántica ambientada en el siglo XVII. Me encantaría contarte muchas de las curiosidades con las que me he topado al documentarme, hechos que desconocía, cosas que me parecen muy interesantes o simplemente explayarme en describir un mueble que me ha fascinado o en resumir la biografía de alguien que nunca ha tenido un hueco en los manuales de historia general. Sé que te aburriría, si lo hiciera, porque incluso a mí, que adoro la historia, me sobran esa especie de lecciones cuando leo romántica. Así que, cuando la escribo, me trago la vanidad, selecciono con pinzas lo que puedo incluir en la novela y guardo el resto de información en mi ordenador y en mis carpetas. Por mucho que me duela.


Pero… (y enlazo con el principio del post) resulta que tengo este blog en el que puedo contarte todo eso que guardo, y no lo he hecho. ¿Por qué?


Confieso que me da mucho respeto. Cuando empecé a viajar por la blogosfera, me asusté. Miles y miles de blogs, cientos dedicados a la literatura y a la historia, algunos muy buenos. ¿Qué pintaba yo en ese espacio inmenso que me era ajeno? ¿Cómo iba a destacar?


Ayyyy, otra vez la maldita vanidad, el ansia de reconocimiento. “Si no voy a destacar, mejor no pierdo el tiempo”, me dije. Escribí un par de posts y lo arrinconé.


¿Qué ha cambiado ahora?, te preguntarás. Imagino tu respuesta inmediata: “la autora saca una nueva novela y quiere promocionarla”. Vale, lo has adivinado. Pero solo en parte. Entre el último post sobre historia y este, he publicado dos novelas y un relato, así que... tu respuesta cojea. Lo que ha cambiado es algo en mí, gracias a la novela que acabo de escribir y que espero se publique en 2019.

(A veces, la escritura puede ser una especie de terapia personal.)


Esa novela (que no es La magia del corazón ni tiene título todavía) trata precisamente de esa ansia de reconocimiento que he mencionado, trata de la envidia y los celos profesionales: dos sentimientos muy ligados a la necesidad de destacar por encima de los demás. Es un tema que me preocupa, porque lo veo constantemente en mi entorno, y ya no digamos en las redes sociales.


Al trasladar esos sentimientos a unos personajes de ficción y ayudarles a admitirlos y a superarlos, me ha hecho verlos desde fuera. Verme desde fuera. Y ver lo perjudiciales que son (sobre todo para uno mismo) y lo ridículos que pueden resultar a quien los observa. No voy a decir que, al igual que el protagonista masculino de mi última novela escrita, también yo he superado ya esa necesidad de reconocimiento, pero creo que estoy en vías de conseguirlo y sigo trabajando en ello. Reactivar el blog es parte de este trabajo, un ejercicio que quiero hacer. Que me apetece mucho hacer. Y eso es lo que ha cambiado, la razón principal de me haya propuesto subir un post con cierta regularidad: ya no me importa que el blog vaya a pasar desapercibido para la mayoría. Ya no me asusta sumergirme en este espacio superpoblado ni mi vanidad quedará terriblemente afectada si me sobran los dedos de una mano para contar las personas que se entretengan en leer alguno de mis posts.

Bueno, quizá un poco sí, lo confieso. Soy escritora, y un escritor (como todo artista) siempre tiene algo de vanidad.

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