PIDE UN DESEO
Son muchas las ocasiones en las que la tradición o las supersticiones nos invitan a pedir un deseo: al soplar una pestaña que se nos ha caído, al atrapar un “angelito”, que en realidad es la semilla de diente de león, cuando vemos una estrella fugaz… Y, por supuesto, la que nos ofrece el día de nuestro cumpleaños al soplar las velas de la tarta. Todos lo hacemos, aunque no confiemos demasiado en que ese deseo se vaya a cumplir. Bueno, yo sí confío, la verdad.
Pero... ¿por qué iba a cumplirse? ¿De dónde viene esta creencia?
Debemos remontarnos a los griegos para hallar su origen, concretamente a los adoradores de Artemisa, la diosa de la Luna y de la caza. El sexto día de cada mes, celebraban una fiesta dedicada a esta diosa preparando una gran torta a base de harina y miel que adornaban con velas encendidas. Era una representación terrenal de la Luna, con su forma circular y el resplandor que emitía el fuego de las velas, cuya función era alejar a los malos espíritus. Cada deidad tenía su celebración, a diferencia de los simples mortales, que solo festejaban el día de su cumpleaños si eran cabeza de familia o alguien muy importante en la comunidad, igual que los romanos.
Con la extensión del cristianismo, las fiestas de aniversario cesaron por completo. La Iglesia sostenía que todos nacemos con el alma manchada por el pecado original de Adán, por lo que no había motivo para celebrar el cumpleaños de nadie. Además, consideraban que cualquier tradición que proviniera de los griegos era una práctica pagana. Sin embargo, hacia el siglo IV, esa misma Iglesia inició estudios para determinar la fecha del nacimiento de Cristo, lo que marcó el comienzo de la celebración de la Navidad y con ella, la de los cumpleaños.
Pero el tipo de celebración más similar a la actual fiesta de cumpleaños con tarta y velas para soplar , además de regalos, deriva de la que iniciaron los alemanes en el siglo XIII: la Kinderfeste.
Dedicada específicamente a los más pequeños de la casa (kind es “niño” en alemán), una kinderfeste comenzaba al amanecer, cuando se despertaba al niño o niña con una torta coronada con velas encendidas. Y así las mantenían, sustituyendo las que se consumían hasta el momento del ágape familiar al atardecer. Entonces, y tras recibir los regalos de la familia, el homenajeado debía pedir un deseo en secreto y apagarlas de un solo soplido para que se cumpliera. Se decía que el humo de las velas se llevaba ese deseo hacia los cielos, donde se le concedería. Una pequeña diferencia con nuestras tartas de cumpleaños es que colocaban una vela más de las que equivalían a los años de la criatura. Esa vela de más representaba la "luz de la vida".
Con el tiempo, los mayores también quisieron su “kinderfeste”, y en el siglo XV la mayoría de habitantes de Europa celebraban el día de su nacimiento. La torta no era ya de harina y miel, sino un dulce más elaborado. En el XVI hubo grandes avances en repostería (en Francia ya podías ser Maestro Pastelero) gracias a la introducción del azúcar y el cacao en el continente, y años más tarde, con el descubrimiento de la levadura comenzaron a sentarse las bases de la pastelería moderna.
Francisco Martínez Motiño, cocinero y jefe de cocina de Felipe II y que mantuvo el cargo hasta el reinado de Felipe IV, escribió en 1611 Arte de Cozina, Pasteleria, Vizcocheria y Conserveria, uno de los compendios más notables sobre gastronomía escritos en lengua española. Se reimprimió varias veces durante los siglos XVII y XVIII.
No sé si te habías preguntado alguna vez por el origen de las fiestas de cumpleaños o el de las tartas con velas para soplar y pedir un deseo. Admito que yo no, y me surgió la pregunta cuando comencé a pensar en el argumento de la novela El regalo más dulce, porque se me ocurrió que la pareja protagonista hubiera nacido el mismo día, aunque en distintos años, y necesitaba esas tartas para crear el conflicto. Quizá te parezca absurdo que unos dulces puedan generar un problema, pero esta es una novela corta en la que no cabían grandes tramas de misterio, así que busqué una que fuera sencilla y la compliqué un poco. ¿Cómo lo hice? Dejaré que lo descubras al leer la historia de amor entre Juan y Elisa. Y, si ya la has leído, voy a darte una idea, ya que se acerca la navidad: ¿por qué no la incluyes en esa lista de regalos que ya debes de estar haciendo? Seguro que a alguien de tu familia le encantará que le obsequies con "el regalo más dulce".