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Nuria Llop

COLECCIONES DE NOVELA CORTA EN ESPAÑA a principios del s.XX

Portada del post

Hay pocos estudios sobre este fenómeno que contribuyó a fomentar la lectura en nuestro país y que yo desconocía cuando empecé a recopilar documentación para escribir la novela Un asunto delicado. No importa si la has leído o no, porque no voy a hacer ningún spoiler crucial en este post, solo quiero hablarte de esas colecciones de novela corta que han caído en el olvido. Por este motivo y por su importante papel en la divulgación de la literatura quise mencionarlas en mi ficción, más concretamente una: La novela semanal.

También son dos las razones por las que elegí esta colección de entre las que se publicaban por aquel entonces. La primera es que se lanzó en 1921, año en que transcurre Un asunto delicado; la segunda, que ese mismo año había sacado El Artículo 438, de la periodista y activista de los derechos de la mujer, Carmen de Burgos, que yo quería introducir de alguna manera en mi historia. En el puzle de la trama, la pieza encajaba a la perfección.

No pienses que estoy destripando nada, ¡ni se me ocurriría! Esta información es contexto histórico y está relacionada con los personajes principales.

Te dejo un enlace donde tienes la sinopsis de mi novela y me centro ya en el tema del post.

 

CÓMO Y CUÁNDO SURGEN LAS COLECCIONES

La primera en salir al mercado, y a la que imitaron las que le siguieron, fue El cuento semanal, en 1907. Creada y dirigida por el novelista y editor Eduardo Zamacois, tenía como objetivo instaurar en España el género que en Francia estaba tan de moda: la nouvelle.

Las nouvelles eran relatos breves de hechos verdaderos o verosímiles en los que tenía cabida prácticamente todo, incluso la poesía y la fantasía, siempre y cuando reflejaran de algún modo la sociedad contemporánea. Algo así como la versión moderna de aquellas novelas cortas del XVII que escribió María de Zayas o las conocidas Novelas ejemplares de Cervantes, solo que la nouvelle se caracterizaba por tener un cierto aire de frivolidad.

(Por si la palabra francesa te suena muy similar a la castellana, aclaro que allí tienen otra para la novela larga: roman.)

A finales del siglo XIX este tipo de relatos compartía espacio en revistas, a menudo publicado por capítulos semanales, y gozaba de gran popularidad. Convivía con las llamadas «novelas por entregas» que habían comenzado a circular ya a principios de ese mismo siglo y tenían buena acogida entre el público lector. Sin embargo, este era todavía escaso en nuestro país, donde el índice de analfabetismo superaba el 70% de la población. A principios del s.XX descendió un poco y quedó rondando el 65%, pero el hábito de leer novelas parecía reservado a los sectores más cultos y con mayor poder adquisitivo.

Estas colecciones de novela corta pusieron la literatura al alcance de las clases sociales menos favorecidas y de cualquiera que supiera leer, independientemente de su nivel de estudios o conocimientos. Su éxito fue tal que proliferaron hasta los años treinta.

Algunas revistas continuaron incluyendo relatos en sus páginas, como Blanco y Negro, y también las había solo literarias, como Lecturas. 

Sí, sí, la revista que conoces como una de las populares de prensa rosa tuvo un origen muy distinto.

Sé que no es el tema de este post, pero me apetece contarte que nació en 1917, orientada al público femenino y contenía novelas cortas, cuentos, comedias y algún artículo de interés cultural (de ahí su nombre «lecturas»). Despareció al poco tiempo, pero renació en 1921 como una especie de suplemento literario de la revista El Hogar y la Moda y así continuó hasta mediados de siglo. Te dejo aquí un artículo con más información y otro más extenso que publicó la web de la BNE con motivo del centenario de la revista. 

Portada revista Lectura n. 1, 1921.
(Imagen de la portada: web Tebeosfera)

CUÁLES HUBO Y CÓMO ERAN

A partir de El cuento semanal surgieron una treintena de colecciones y editoriales especializadas en este tipo de literatura como Editorial Bruguera, Toray o Molino. Citaré las que venían en el catálogo de una exposición que organizó la biblioteca Juan Goytisolo del Instituto Cervantes en 2016 y que puedes ver en este link, si te interesa el tema, ya que aquí me centraré en la colección que menciono en mi novela.

1909-1926 - Los contemporáneos (898 títulos)

1916-1919 - La novela cómica (183 tít.)

1916-1925 - La novela corta (499 tít.)

1916-1925 - La novela teatral (447 tít.)

1921-1925 - La novela semanal (233 tít.)

1922-1932 - La novela de hoy (526 tít.)

1926-1928 - La novela mundial (130 tít.)

El formato variaba en función de la colección. Algunas mantuvieron el tamaño de revista, pero se fue reduciendo hasta el del libro de bolsillo. La encuadernación en rústica y el papel de baja calidad abarataban costes para poder venderlas a un precio asequible, al alcance de cualquiera que supiera leer.

Ingresos por ventas aparte, las colecciones se financiaban con la publicidad que aparecía en sus páginas finales y que eran un reflejo de la vida del momento. Se promocionaban productos con propiedades medicinales “extraordinarias” para evitar la calvicie o para adelgazar, así como productos de belleza, tanto para hombres como mujeres (sí, una parte del público lector eran mujeres) También había anuncios de licores, tabaco, tecnología de la época y, por supuesto, promoción de las revistas que publicaba la misma editorial.

Portadas de colecciones de novela corta en España, 1909-1925
Portadas de algunas de la novelas de estas colecciones (imágenes extraídas del catálogo de la exposición citada)

Tenían entre 60 y 100 páginas, más o menos, y algunas incluían ilustraciones. Para ayudar a su difusión convocaban concursos literarios, y según las bases de aquellos concursos podemos establecer la extensión media de los textos:

Novela: a partir de las 50 mil palabras.

Novela corta: entre 30 y 50 mil palabras.

Cuento: 100 a 30 mil palabras

También hubo concursos de carteles para ilustradores, con premio en metálico y la publicación de la obra ganadora como portada de un número de la colección. Muchas añadían la biografía y bibliografía del autor o la autora en la contracubierta.

Varias generaciones de autores convivieron en estas colecciones, en las que podías leer obras de los continuadores del realismo del s.XIX, como Benito Pérez Galdós y doña Emilia Pardo Bazán, de la conocida generación del 98, como Pío Baroja y Vallé-Inclán, o de los ya novecentistas como Ramón Pérez Ayala, Ramón Gómez de la Serna, Concha Espina y Carmen de Burgos, por citar solo algunos (los que yo he leído, de hecho). La mayoría provenían del periodismo en sus distintas modalidades, lo que influye en la estructura de la novela y el tipo de lenguaje, pero también dio voz a dramaturgos y a jóvenes aspirantes a escritores.

Como he comentado antes, todo tenía cabida en estas colecciones mientras reflejara la sociedad del momento. Por eso, las novelas cortas que publicaban podrían considerarse una fusión del periodismo con la literatura, una especie de crónica ficcionada de la actualidad.


QUÉ APORTARON

La aportación más clara que estas colecciones hicieron a la cultura fue fomentar el hábito de leer, tanto en hombres como en mujeres, incluso entre la clase obrera. Un hábito que los más pequeños de la casa querrán emular al verlo en sus padres, y por lo tanto serán una nueva generación de lectores. La llamada «generación silenciosa» (personas que nacieron entre 1930 y 1948) leía mucho, y puedo corroborarlo porque lo he visto en mis padres y sus hermanos y hermanas, la mayoría de los cuales pertenecen a esa generación. Desde que tengo uso de razón ha habido libros en mi casa, libros que leíamos y releíamos, si no había dinero para comprar más.

¿Ocurría lo mismo en la tuya?

¿Heredaste, como yo, el amor por la lectura?

Pero no solo cambiaron los hábitos de lectura en nuestro país, también hicieron otras aportaciones importantes a la cultura y a la sociedad. Sirvieron de plataforma de lanzamiento de autores nuevos y de ilustradores, caricaturistas y dibujantes. Con sus publicaciones periódicas contribuyeron a la recuperación de la novela corta y el cuento, y acercaron el teatro y la poesía a todas las clases sociales. Y debido a esa fusión que mencionaba entre periodismo y literatura, ofrecieron una vía para alzar la voz contra la situación política y social a través de las novelas, lo que llevó a buena parte de la población lectora a adquirir conciencia de dicha situación y a querer cambiarla.

Es en este último punto donde entraría El artículo 438, la novela corta de Carmen de Burgos que menciono en la mía. La periodista, conocida también por su seudónimo Colombine, crea una ficción que contiene una crítica abierta al modelo de educación de la mujer, a la imposición paterna del matrimonio y al sistema jurídico que atañe a esta institución social, que favorece descaradamente al marido y reduce a la esposa a un simple objeto de posesión.

Si te interesa leerla, son 60 páginas y está digitalizada en la biblioteca virtual Miguel de Cervantes. Aquí tienes el enlace desde el que podrás acceder al pdf. Échale un vistazo, aunque solo sea por ver cómo era un ejemplar de aquellas colecciones.

Portada del nª 15 de la colección La novela semanal (1921)
Portada y pág. 7 de "El artículo 438" (imágenes extraídas del pdf citado en el texto)

La publicó La novela semanal, que es la colección para la que el protagonista de Un asunto delicado, Ricardo Arbona, va a escribir su novela policíaca. Y, como te decía al principio del post, voy a contarte un poco sobre ella.


LA NOVELA SEMANAL

El primer número salió a la venta el 1 de junio de 1921 y contenía una novela corta de Blasco Ibáñez: La puesta de sol. De periodicidad semanal, como queda claro en el título de la colección, la publicaba Prensa Gráfica, una importante editorial que tenía en su catálogo varias revistas ilustradas y que llegó a acaparar el mercado de este tipo de publicaciones.

Se editaron un total de 233 títulos, en formato bolsillo, y se vendían por un precio de 25 a 30 céntimos de peseta; para que te hagas una idea, el precio de una revista de actualidad o de moda oscilaba entre los 10 y los 15 céntimos, y la suscripción mensual a un periódico como La Vanguardia, costaba 2 pesetas, así que realmente estas novelas eran muy asequibles.

El texto estaba impreso a una columna y se intercalaban ilustraciones de escenas de la obra. En las páginas finales no faltaban los anuncios ni la publicidad propia de la editorial, con las ofertas de suscripción a la colección. Fue la primera que incluyó autores hispanoamericanos en sus obras, sobre todo argentinos. El último número salió a finales de diciembre de 1925, pero no he encontrado por qué no continuaron con la colección.


Y para terminar, te invito a leer el primer capítulo de Un asunto delicado, (clica en la imagen) por si aún no conoces la novela y te ha llamado la atención.



Gracias por leer este post. Si te ha gustado, compártelo en tus redes sociales. Y si quieres dejar un comentario, te responderé encantada en cualquiera de las mías.


 





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