EL AGUA TOFANA, un veneno indetectable para "El secreto de una dama"
En todas mis novelas románticas históricas hay hechos reales mezclados con la ficción. En El secreto de una dama encontrarás, entre otros, el incendio del palacio del Buen Retiro, en febrero de 1640 (del que te cuento más aquí), y la ejecución de una mujer en Palermo: "la vieja tofana". El veneno que preparaba, conocido como acqua toffana también tiene un papel importante en la novela.
Qué era el agua tofana?
Pues un líquido transparente cristalino, insípido e inodoro como el agua. Bastaba suministrar 5 ó 6 gotas a un individuo para que minasen lentamente su salud, causando inapetencia, una sed abrasadora, abatimiento, náuseas y dificultades respiratorias, y aceleraba otras enfermedades que la víctima pudiera padecer. No dejaba rastro detectable en el cadáver, por lo que la muerte se atribuía a una dolencia ordinaria.
La composición sigue siendo desconocida hoy en día, pero sí se sabe que era una mezcla de extractos de plantas y que el ingrediente principal podría ser la cimbalaria o el acónito. Quizá también el polvo de un insecto, la cantárida, de la que encontrarás algo en otra de mis novelas: La luz de la pasión. El agua tofana incluía probablemente arsénico, aunque no la mezcla original, sino las que se derivaron de ella. No tiene antídoto, aunque parece ser que el vino neutralizaba los efectos.
Por qué se llama así?
Por la mujer que la creó y comercializó: Teofania d’Adamo, conocida en Palermo, (ciudad donde vivió y murió) como la "Gnura Tufana" o la vieja Tofana. Su clientela estaba compuesta por mujeres que querían deshacerse de sus maridos o de amantes molestos. Les vendía el compuesto en botellines, pomitos d’acquetta, sin ningún remordimiento, y no se sabe cuántos años mantuvo el negocio, solo cómo y cuándo la descubrieron.
Su delatora fue una mujer que quiso envenenar a su marido para poder escapar con su amante. Mezcló el agua tofana con la ensalada del hombre, pero él, que era muy bromista, intercambió su plato por el de la esposa en un momento en que ella salió del comedor. La mujer se comió la ensalada envenenada y, al saber de la inocente broma del marido, confesó su culpa y contó a las autoridades cómo y quién le había proporcionado el veneno. Corría el año 1633. Se abrió entonces un proceso contra Teofania d’Adamo, cuyos documentos se conservan y han servido a los estudiosos del tema para darnos a conocer a esta primera envenenadora de Sicilia que me llamó tanto la atención. Fue uno de los puntos de partida para crear la trama de El secreto de una dama y, en el capítulo cinco, puse en boca del protagonista, Manuel Perea, el relato de la ejecución de aquella mujer. Lo que le cuenta a la protagonista, Claudia Maldonado, está basado en una descripción que leí en el libro Historia del veneno: de la cicuta al polonio, de Adela Muñoz.
Más tofanas:
Las envenenadoras de Sicilia
Teofania d’Adamo inició una estirpe de envenenadoras que se especializaron en atender las demandas de esposas desairadas, maltratadas o ignoradas por sus maridos. El nombre de Tofana pasó a usarse para designar a todas las que usaban este procedimiento para matar: un compuesto de jugos de hierbas que no dejaba huella en la víctima. La hija de la gnura Tufana, Giulia, y la nieta, Girolama Spera se llevaron la fórmula secreta a Nápoles y a Roma.
En Nápoles se suministraba en unas redomitas con la efigie de San Nicolás de Bari, motivo por el que este veneno se conocía como Acqua di Bari. La nieta, en Roma, llegó a liderar una organización de 150 jóvenes esposas decididas a acabar con sus maridos viejos o débiles o con amantes indeseados. Al igual que la abuela, ambas fueron condenadas y ahorcadas. Cuentan que la madre se autoinculpó tras envenenar a su esposo y arrepentirse de ello, pero la hija, Girolama, también fue delatada por una clienta. Las ejecutaron en 1659 tras confesar el envenenamiento de 600 personas.
La versión parisina
Por una serie de casuales circunstancias, el concepto del agua tofana (no el secreto de su composición) llegó a París, concretamente a oídos de Marie Madeleine d'Aubray, marquesa de Brinvilliers (1630-1676), una de las envenenadoras más célebres de la historia. Allí, llamaron al brevaje “polvos de sucesión”, ya que se usó a menudo para eliminar a familiares de los que podían heredar.
La marquesa [en la imagen], aliada con uno de sus amantes, inició su siniestra carrera probando sus preparados con los enfermos del Hospital de Pobres de París (se ignora el número de muertos que pudo causar en aquel hospital) Luego, se deshizo de su propio padre y de sus hermanos a fin de heredar la cuantiosa fortuna familiar. Fue delatada por uno de sus amantes, torturada y decapitada públicamente ante la catedral de Notre Dame.
Parece ser que los polvos de sucesión sí incluían arsénico en la mezcla de hierbas.
Cuando pienso en esta sustancia no puedo evitar recordar una película que me encanta: Arsénico por compasión, de 1944, protagonizada por Cary Grant y dos encantadoras viejecitas que tienen una forma muy peculiar de practicar la caridad. Si aún no la has visto, te la recomiendo. Es de las que soportan muy bien el paso de los años.
Vuelvo al agua tofana, que continuó causando muertes durante muchos, muchos años y en distintos lugares. Dos testimonios concretos:
-El del gran compositor Mozart, que unos meses antes de morir, en diciembre de 1791, le confió a su esposa la sospecha de haber sido envenenado con agua de Tofana. De hecho, nunca se desentrañó la causa de su muerte, pero los síntomas de la enfermedad que la provocó podrían corresponder a los efectos de ese preparado letal.
-El de Alexandre Dumas en su novela El Conde de Montecristo, publicada en 1844. En dos pasajes, el protagonista menciona la famosa agua tofana, y dice de ella que el secreto de su composición se conserva en Perugia.
A mediados del siglo XX, con los avances de la toxicología, comenzó a ser muy difícil envenenar sin dejar rastro, pero dicen que hasta entonces, los venenos se cobraron más vidas que la peste. En esta estimación se incluyen la cantidad de muertes por cicuta y arsénico que hubo en la antigua Roma.
A veces me pregunto... si hoy en día existiera un acqua tofrana, un veneno indetectable y relativamente fácil de conseguir, ¿la usarían las mujeres que son víctimas de abusos y maltratos? Puede que algunas sí y, sinceramente, yo no las condenaría por ello.
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¡Hasta el próximo día 17!
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