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  • Nuria Llop

LA MAGIA DE UNOS GUANTES PERFUMADOS

Los guantes tienen un papel importante en la novela La magia del corazón, luego te cuento por qué. Esta prenda de vestir que hoy en día solemos asociar al frío y a algunos protocolos tuvo sus momentos de gloria, y el siglo XVII fue uno de ellos. Se convirtieron en un símbolo de ostentación y poder entre las clases altas y en un regalo diplomático de primer orden entre las cortes europeas. Regalar guantes también significaba que había un vínculo profundo entre quien lo daba y lo recibía.


Otros significados tenían ya ciertas acciones realizadas con un solo guante. Es de sobra conocida la de “arrojar el guante” como retar a duelo y que aún pervive, aunque ahora remita solo a una provocación verbal y no a un duelo con espadas. Pero hay más: la entrega de un guante podía representar la firma de un contrato legal, la compra de un bien inmueble, la recompensa por un servicio prestado o una forma de solicitar un favor o de sellar una promesa. Incluso podía sustituir a una persona en caso de un matrimonio celebrado por poderes.


Se confeccionaban a medida con todo tipo de pieles, o incluso telas como el terciopelo, y solían llevar bordados en los puños o se adornaban con pedrería, cintas, encajes, flecos, botones...


Entre las clases bajas también era frecuente el uso de guantes, aunque los suyos eran de lana, lino o pieles baratas como la de perro. Sin embargo, había una norma para los sirvientes en esa época:


“El que sirve, no los ha de tener puestos delante de su señor. Ni vasallo, sea quien fuera, delante de su rey”.


Una norma que, para Elena Herrera, protagonista de La magia del corazón y personaje secundario en El secreto de una dama, significará la pérdida de su empleo como doncella en el Buen Retiro.


El incendio que se produce el 20 de febrero de 1640 en los aposentos de la Reina (si has leído El secreto de una dama, recordarás de qué te hablo) le causa unas quemaduras en las manos que en palacio consideran no aptas para la visión de los monarcas. La norma citada descarta el uso de guantes para ocultar las cicatrices, por lo que Elena tendrá que buscar otra ocupación. La que la llevará a reencontrarse con Enrique Díaz, el amor de su vida. No voy a contarte aquí el resto de la novela, solo quería hablarte de los guantes perfumados que a ella le gustaría tener y que fueron tan codiciados en el siglo XVII. Además, España despuntó en esta clase de guantería, y ya sabes que me interesa todo lo relativo a nuestra historia, especialmente aquello en lo que destacamos en otros tiempos y que, por desgracia, ha sido olvidado.


Los guantes perfumados confeccionados en España llegaron a ser el regalo más deseado por todos aquellos que viajaban por la península. Los más famosos eran los de Sevilla y Ocaña. A finales del XVII, y debido a la importancia del perfume en los guantes, Francia sustituirá a España en la hegemonía y prestigio de la confección de esta prenda, lo que conducirá al desarrollo de la perfumería francesa.


El éxito de este tipo de guantes residía en su capacidad para enmascarar los olores de la época. La higiene dejaba mucho que desear y, a pesar de que se cambiaban de ropa casi a diario para dar imagen de limpieza, la gente no olía demasiado bien. El aroma amable de los guantes ocultaba otros menos agradables.


Parece que fue Catalina de Medicis quien inició la moda cuando llevó unos guantes perfumados a la corte francesa con motivo de su boda con Enrique II en 1533. Los traía de Florencia y causaron tal furor entre los cortesanos que pronto se extendió su uso en el resto de las cortes europeas. También dicen que utilizó unos para asesinar a su suegra, Juana de Navarra, a la que regaló unos guantes perfumados empapados también con belladona, un veneno que resulta mortal a partir de cierta dosis. Por suerte, esta clase de regalos envenenados no se puso de moda.


Los más apreciados y duraderos eran los que contenían ámbar gris. El origen del ámbar gris es una papilla pestilente que fermenta en el estómago de los cachalotes y que flota libremente en el océano, pudiendo llegar a la orilla del mar. Por la acción del agua, el sol y el viento acaba por desprender un aroma intenso que tiene la capacidad de fijar cualquier otro, además de potenciarlo. Entre los aromas que se utilizaban para perfumar los guantes destacaban el agua de milflores, la de azahar, el almizcle, esencia de cedro, de rosas y de jazmín.


El procedimiento era laborioso. Los guantes debían permanecer sumergidos en el agua de la esencia que se eligiera y una gota de vinagre, con el propósito de que la piel se embebiera del aroma. Luego, se dejaban secar, colgados, durante un día entero y entonces, se procedía a impregnarlos con la mezcla de una medida de ámbar gris y una onza de aceite de almendras. Así, el ámbar intensificaba el aroma de la esencia y lo fijaba en la piel para que fuera duradero.


Guantes ingleses de mediados del XVII,

confeccionados en piel y bordados con

hilo de seda, plata y oro.

(Imagen del Metropolitan Museum of Art, NY)



Si te apetece leer más sobre los guantes perfumados, te dejo aquí un enlace interesante.



Y si prefieres la ficción a la historia y sientes curiosidad por saber si Elena Herrera consigue sus guantes perfumados y... al amor de su vida, te lo cuento en La magia del corazón. ¿Te animas a leerla?



Gracias por leer este post y, si te ha gustado y quieres compartirlo en tus redes, ¡adelante!






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