La Perla Peregrina. De los Austrias a Elizabeth Taylor
La Peregrina es una perla de tamaño y forma inusuales considerada una de las gemas más valiosas del mundo. Su nombre no se debe a su historial viajero, sino a su peculiar forma de lágrima, ya que el adjetivo «peregrino» significaba antiguamente «raro, caprichoso, especial».
Descubierta en aguas de Panamá a principios del siglo XVI quedó en manos de Isabel de Bobadilla, la esposa del gobernador. Doña Isabel solicitó a un artesano inca que engarzara la perla en una joya para poder lucirla, pero el hombre alegó que la Peregrina estaba maldita y persuadió a la mujer de que no lo hiciera. Durante cinco décadas quedó oculta en un cajón secreto en el dormitorio de doña Isabel. Cuando apareció en 1580, el Alguacil Mayor de Panamá no imaginó mejor destino para la perla que el cuello de la esposa del rey Felipe II, Ana de Austria. Y así, la Peregrina entró a formar parte de las joyas de la Corona española. Pero...
¿Cómo llegó hasta la famosa actriz norteamericana Elizabeth Taylor?
Aunque la maldición de la Peregrina es muy interesante, pues parece que se ha ido cumpliendo a lo largo de los años, te la cuento en otro post. En este, resumiré los casi cinco siglos de esta joya viajera que Ana de Austria lució durante los pocos meses que sobrevivió al parto.
La Peregrina, prendida de un joyel junto con el diamante el Estanque, solo se vio en contadas ocasiones en el atuendo de Margarita de Austria y, después de su muerte, Felipe III la regaló a la futura reina, Isabel de Borbón, en su 17 cumpleaños. Fue ella quien popularizó la Peregrina, de la que no se separaba.
Las reinas que la sucedieron también exhibieron la perla, que se salvó milagrosamente del incendio del Alcázar de 1734, protegida por una armadura centenaria, y permaneció en Madrid hasta que José Bonaparte, tras proclamarse rey de la España Napoleónica, reclamó las joyas de los Borbones. Con él viajó hasta París y los Estados Unidos, para regresar a Europa cuando Napoleón III la heredó. El emperador la vendió a un noble inglés, el marqués de Abercorn, cuyos descendientes la vendieron de nuevo.
La Peregrina pasó por dos coleccionistas hasta 1969, año en que apareció en una subasta en Nueva York. La Casa Real española declaró que esa perla no era la auténtica y sin embargo, Alfonso de Borbón pujó por ella una cantidad exorbitante, pero insuficiente ante los 37.000 dólares que ofreció el intermediario de Richard Burton. El actor quería aquella hermosa perla para regalarla su amada esposa Elizabeth Taylor.
La actriz la lució a menudo en un collar de rubíes y diamantes diseñado por Cartier, pero también la exhibió con su montura original en un cameo que hizo para la película Ana de los mil días.
La perla viajera en La joya de mi deseo
Toda la historia que acompaña a la Peregrina, así como la leyenda de su maldición, me fascinaron de tal modo que quise incluirla en La joya de mi deseo. Me encajaba a la perfección con el argumento y no pude resistirme a añadir un breve viaje más a los que había hecho ya, y a los que le quedaban por hacer. Un viaje que unió a los protagonistas de la novela: Álvaro y Luisa. ¿Quién sabe? Tal vez, su amor en la ficción rompa la maldición de la Peregrina.
La novela quedó descatalogada hace ya algunos años, pero ahora la puedes encontrar en Amazon. Si áun no la has leído, puede que este post te anime a hacerlo. ¡Gracias por entrar en mi blog!