GABINETES DE CURIOSIDADES EN "LA MAGIA DEL CORAZÓN"
El siglo XVII fue testigo del afán por coleccionar obras de arte y cualquier otro objeto que pudiera llamar la atención por su originalidad o exclusividad: relojes, autómatas, objetos de orfebrería, cristales de Murano, instrumentos musicales, ingenios de observación científica y astronómica, fósiles, ídolos precolombinos y hasta calaveras. También los libros, mapas y cartas de navegación formaban parte de las colecciones eclécticas que se acumulaban en las mansiones de los más adinerados y que se las conocía como Gabinetes de curiosidades o Cámaras de maravillas. Su finalidad principal era exponer la sofisticada educación de sus propietarios y, por supuesto, su inmensa riqueza. Fueron famosas en Europa las colecciones del duque de Buckingham, del archiduque Leopoldo Guillermo de Habsburgo y del duque Felipe II de Pomerania.
En España no nos quedamos atrás. Destacaban las colecciones del duque de Monterrey (mecenas de Velazquez y Ribera), del conde de Benavente y del marqués de Leganés.
"La vista", de Jan Brueghel el Viejo y Peter Paul Rubens (Imagen del Museo del Prado)
Pero no solo los nobles acumulaban pinturas y objetos curiosos, también algunos comerciantes encontraron en esta práctica una forma de escalar en la pirámide social. Tal es el caso de don Pedro de Arce, hijo de platero, que poseyó Las Hilanderas de Velázquez.
Otros coleccionistas españoles importantes fueron Juan de Lastanosa, en Huesca, y Juan de Espina, conocido como “el Da Vinci español”. A ambos les he repartido un pequeño pero decisivo papel en la novela La magia del corazón, y te contaré más sobre ellos en otro post. Este es para introducirte en ese mundillo del coleccionismo que rodea al protagonista masculino, Enrique Díaz de la Cueva, y que sirve de base para el arranque de la trama: el secuestro de su hermana y el rescate que exigen los secuestradores para su liberación. Se trata de una baraja de plata muy especial y que suponen en manos de la familia de Enrique.
Los Díaz de la Cueva no son coleccionistas, pero su relación con ellos es casi directa, ya que el patriarca se dedica a buscar por todo el mundo aquellas obras de arte y objetos curiosos que les puedan interesar para sus Cámaras de Maravillas. Sería una mezcla entre buscador de tesoros y lo que hoy en día se conoce como arthunter. Lo que él compra en sus viajes lo ofrece a los tratantes de arte, que son los encargados de buscar al coleccionista interesado. Esta era una de las formas de ampliar las colecciones y contribuyó al desarrollo y consolidación del mercado del arte en la España del XVII. Madrid, Barcelona y Sevilla fueron centros importantes de este mercado, pero había tratantes de arte repartidos por toda la península.
Otras formas de conseguir pinturas, esculturas y objetos dignos de exposición eran los intercambios de regalos entre los nobles y las subastas públicas o almonedas. Los bienes de coleccionistas fallecidos o procesados por deudas o por el Santo Oficio (que confiscaba parte de esos bienes o la totalidad, según el caso) se inventariaban, tasaban y subastaban públicamente. Un pregón las anunciaba para todo aquel que quisiera y pudiera comprar. Las almonedas más famosas del siglo XVII fueron las de Don Gaspar de Haro, VII marqués de El Carpio y la de Don Rodrigo Calderón, marqués de Siete Iglesias.
Si bien en un principio las colecciones fueron una simple acumulación de objetos, lienzos y esculturas en las salas de los palacios y mansiones, poco a poco se decantaron hacia lo puramente artístico. Es difícil establecer el momento concreto del paso de las Cámaras de Maravillas a las galerías de pinturas y al museo, pero lo importante es que, gracias a aquellos coleccionistas ávidos de ostentación, muchas obras de grandes artistas han sobrevivido al paso de los años y se exponen en museos para que podamos contemplarlas y conocer un poco más de historia.
Y si quieres conocer otra clase de historia, la que vive Enrique Díaz de la Cueva para rescatar a su hermana, te animo a leer La magia del corazón. Es ficción, por supuesto, pero se basa en pequeñas realidades del siglo XVII, entre ellas, el mundillo del coleccionismo. Te cuento un poco más aquí.
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