¿Qué es una comedia romántica… histórica?
En novela, casi siempre asociamos la comedia romántica al subgénero de contemporánea. Quizá porque las series y películas de dicho género transcurren en su mayoría en la actualidad y extapolamos ese concepto del audiovisual a la literatura. Pero también hay comedia romántica histórica, aunque no sea lo más común. Por citaros a una autora de moda: Julia Quinn. Algunas novelas de la familia Bridgerton entran en esta categoría, como El vizconde que me amó y A sir Phillip con amor. El resto serían “romance histórico con humor”, pero no comedias románticas históricas. Sí lo son, en cambio, muchas de otras autoras como Candice Hern, Jacquie D’Alessandro o las más actuales Tessa Dare y Sarah MacLean.
¿Por qué? ¿Cuál es la diferencia?
La estructura y el enfoque de la autora.
Empiezo con el enfoque, para que te sitúes.
Básicamente hay dos tipos de comedia romántica (histórica o no):
COMEDIA DE ENREDO: es aquella en la que se suceden los malentendidos y las situaciones inesperadas. Los personajes secundarios tienen bastante peso, las cosas se lían como sin querer, se “enredan”, y la tensión va in crescendo hasta que estalla en el clímax (no el sexual, ese va por otro lado). Es el tipo de novelas que escribo yo (o intento que lo sean). Si has leído alguna, ya te haces una idea.
COMEDIA DE SITUACIÓN: en estas, la trama es sencilla, los secundarios son personajes de apoyo y lo que más importa son las situaciones en que los protagonistas se ven inmersos. Juntos o por separado. Y suelen transcurrir en un único escenario. Un buen ejemplo es A Sir Phillip con amor, la historia de Eloise Bridgerton. Casi todo ocurre en la casa o en el jardín de sir Phillip y es una sucesión de escenas bien hilvanadas en las que el gag se mezcla con la ironía, la parodia, el absurdo y la ternura.
Hay un tercer tipo que no incluyo aquí porque no he leído ninguna novela romántica histórica que pueda definir como tal. Es la SÁTIRA. Su objetivo es ridiculizar y censurar una sociedad, una debilidad humana, una situación… Seguro que conoces La abadía de Northanger, de Jane Austen. Es una sátira de las novelas góticas que tanto éxito tenían en su tiempo. Pero Austen no es una escritora de romántica, y mucho menos de romántica histórica.
Sí encontramos la sátira como recurso literario en algunas comedias del género, como el El vizconde que me amó, que satiriza los matrimonios sin amor en la aristocracia inglesa. Y sobre todo en las tres que he leído de Tessa Dare, de la serie Cala Espinada. Ya solo el pueblecito donde se desarrollan las historias es una crítica feroz al trato que la sociedad británica dispensa a las solteronas.
Con esto, creo que ya sabes, más o menos, qué es una comedia romántica (histórica o no).
Un inciso, antes de hablarte de la estructura:
Que una novela sea una comedia no implica que todo el rato nos tengamos que reír. El humor no se reduce a la carcajada. Una buena comedia (de cualquier género) tiene que hacerte pensar, además de reír o sonreír, tiene que abrir tu mente a ver las cosas de otra manera y hasta debe arrancarte alguna lágrima.
La comedia, como dice Woody Allen, es igual a tragedia más tiempo. Siempre hay un tema de fondo (o más), algo serio o incluso dramático sobre lo que se sustenta la historia, como tiene que haberlo en cualquier novela.
Y ahora sí: la estructura.
(Te interesará, si eres escritora o tienes intención de serlo. O si eres lectora y quieres profundizar en lo que lees, bien sea para reseñar o no)
Es una fusión entre la de cualquier novela o relato (planteamiento, nudo y desenlace) con la que estableció Lope de Vega en El arte de nuevo de hacer comedias para las obras teatrales: los tres actos.
¿Y cómo se fusionan?
Ahí voy. Se abre el telón, empieza la comedia.
PRIMER ACTO
Presentamos a los protagonistas y el entorno en el que se moverán. Debemos incluir las necesidades y debilidades principales de ella y de él, aquellas que van a provocar el conflicto principal. Si la presentación es larga, mejor que sea dinámica, entretenida y que cree cierta expectación, o la lectora dejará de leer.
Y cuidado con incluir los típicos gags de caídas o accidentes tontos propios de la torpeza que en las series y películas tienen tanto efecto. Hay que dominar mucho el arte de narrar para que causen ese mismo efecto. Primero, hay que darle humanidad al personaje, que conecte con la lectora, o solo conseguirás que le provoque pena o sienta vergüenza ajena. Incluso dolor, si la caída es estrepitosa. O puede que le importe un pepino que haya hecho el ridículo (He dejado de leer más de una novela por culpa de estos comienzos supuestamente graciosos). La humanidad genera empatía y simpatía, y tu protagonista debe adquirir esa humanización antes de caerse por una escalera o de echarle a alguien, sin querer, el contenido de su taza de café o de chocolate y dejarlo empapado, sucio y cabreado.
El final de este acto lo marca el primer punto de giro, el conflicto. Sucede algo que cambia el mundo del protagonista por completo (o de los dos), y eso sucede contra su voluntad. Puede ser ese “instalove” de muchas novelas o todo lo contrario. Por ejemplo, en El secreto de una dama, sería cuando a Manuel le plantean simular que está casado con Claudia. Apenas le dan tiempo a pensarlo, y se ve metido en esa farsa sin haber aceptado realmente.
SEGUNDO ACTO
Cuando te meten en un berenjenal sin que te des cuenta, no sabes cómo actuar ni a qué atenerte. Eso es lo que le pasará a tu protagonista en la primera mitad de este acto. O a ambos, si los has pillado desprevenidos a los dos. Es el momento de soltar los gags, los diálogos con ironías, dobles sentidos, malentendidos… Es decir, de aplicar los recursos humorísticos que conozcas para arrancar sonrisas (o risas) a la lectora, mientras la pareja se va conociendo y adaptando a su nueva situación.
Y así llegamos al punto medio de la novela Sucede algo que lleva a los protagonistas a enfrentarse a sus miedos y debilidades. En la historia de Claudia y Manuel sería la llegada de Enrique, el primo de ella, a Orgaz: por fin la ha encontrado, no puede seguir ocultándose, tiene que afrontar su destino de algún modo. Y Manuel debe enfrentarse a la verdad de lo que ocurrió años atrás y lo condenó al destierro.
El segundo acto continúa… con los protagonistas alterados, pero decididos a ponerse las pilas para encauzar su vida. Lo habitual es que la relación de pareja, que iba funcionando bien, se rompa y deje a la lectora con unas ganas tremendas de saber cómo van a volver a estar juntos.
Y... cuando llevas escrito (o leído) el 75% de la historia, llega el segundo punto de giro. No es un giro propiamente dicho, sino el momento en que uno de los protagonistas, normalmente el reacio a ver que ama al otro (o los dos, si ambos lo son), abre los ojos y acepta ese amor. Puede que suceda otro imprevisto que le haga abrirlos o puede que no, pero el hecho es que decide recuperar a su amor perdido.
TERCER ACTO
Es lo que equivale al desenlace. Los protagonistas se enfrentan por última vez a su conflicto personal, a sus miedos, y saldrán victoriosos y transformados. Eso les llevará a reunirse de nuevo y confesarse su amor mutuo. Todos contentos y ¡fin de la historia! Con una sonrisa y, quizá, una lagrimilla de ternura.
A mí me gusta incluir aquí, en el tercer acto y antes del final romántico, escenas corales con un toque de comicidad. Creo que tienden un puente entre la tensión por la que ha pasado la pareja y el momento tierno (y tórrido) de la reconciliación. Pretendo preparar emocionalmente a la lectora para que pueda saborear las últimas escenas de la novela en lugar de leerlas con la impaciencia que ha ido aumentando desde la mitad del segundo acto.
Puede que a ti no te gusten, que te pierdas entre tanto personaje hablando casi a la vez. Si es tu caso, lo siento. Y lo entiendo. Lo que para mí resulta cómico, para ti no lo es. Cada uno tenemos nuestro propio sentido del humor.
El sentido del humor es una manera de tomarse la vida. Está relacionado con la madurez, con la aceptación de uno mismo y del entorno. Y necesita referentes. Sin mis referentes no coinciden con los tuyos, no conseguiré arrancarte la más mínima sonrisa. ¡Qué le vamos a hacer! Es algo a lo que estamos expuestos quienes nos dedicamos a escribir novelas. Y hay que aceptarlo. Con humor. El humor forma parte de la vida tanto como el amor. Y es necesario para poder sobrevivir a un entorno cada vez más hostil.
Acabo de perder el hilo al meterme en divagaciones. ¡Y lo que me queda contarte sobre la comedia romántica histórica! Necesitaría un libro para abarcarlo todo. Quizá lo escriba algún día. ¿Crees que interesaría a alguien?
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