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Nuria Llop

El Da Vinci español: Juan de Espina

Hombre de gran fama en su época, pero casi desconocido hoy en día es Juan de Espina y Velasco, del que ni siquiera había un artículo en Wikipedia hasta hace dos años (si hubiera sido inglés, habría cientos de estudios sobre él), y es una de las razones por las que quise darle un pequeño papel en La magia del corazón. La otra, es que fue un reconocido coleccionista y que poseía unos dibujos del mismísimo Leonardo Da Vinci. Elena, la protagonista de la novela, es aficionada al arte, y la posibilidad de ver esos dibujos del genio italiano hace que arrincone durante unas horas el desasosiego que le causa estar cerca de Enrique y lo acompañe a visitar al anciano coleccionista.


Pero este post no es para contarte la novela, sino para hablarte de Juan de Espina.


Nacido en 1563 en Ampuero, vivió durante un tiempo en el palacio de La Bárcena, propiedad de la familia Espina, y se acabó afincando en Madrid, en la calle San José, donde murió en 1643. No hay una biografía fiel de esta interesante figura, una de las más singulares del Siglo de Oro, a la que han apodado “el Da Vinci español” por su mente privilegiada, que aúna capacidad científica y artística.


Sus grandes pasiones fueron la música, las matemáticas, los ingenios mecánicos y el estudio de los astros. Y sobre todo, el coleccionismo de los más variados objetos. La holgada situación económica de su familia y una prebenda eclesiástica que le proporcionaba una buena renta le permitieron comenzar su Gabinete de Curiosidades, que se fue ampliando hasta convertirse en uno de los más originales de la época. Junto a valiosas obras de arte, reunió instrumentos musicales y científicos (telescopios, brújulas, utensilios topográficos, una balanza de precisión…), monedas antiguas, animales disecados, restos arqueológicos romanos, estatuillas de dioses precolombinos, espejos deformantes y una serie de muñecos articulados y autómatas que dejaban boquiabiertos a quienes tenían el privilegio de verlos. En la foto, uno de esos autómatas (uno especialmente significativo para Elena en cierta escena de La magia del corazón), construido por Juanelo Turriano, un importante ingeniero de Toledo.

Y es que la casa de la calle San José no estaba abierta a cualquiera, solo a aquellos que pudieran apreciar su Cámara de Maravillas, lo que generó una serie de rumores que afirmaban que estaba encantada y que Juan de Espina era un poderoso brujo y nigromante. Eso sucedió después de que perdiera el favor del rey tras una de las fiestas que, en ocasiones, organizaba para él y su corte, y de la que encontrarás una magnífica descripción aquí.


A fin de entretener a Felipe IV, Juan de Espina montaba espectáculos semejantes a lo que hoy sería uno de magia, poniendo en marcha una serie de artilugios que se movían por sí solos y que causaban gran admiración. Pero en 1627, uno de aquellos artilugios, un león mecánico, falló estrepitosamente y acabó sembrando el terror entre los invitados y amenazando con despedazar al propio rey. La fiesta resultó un fiasco, Felipe IV se indignó, los rumores se convirtieron en acusaciones y la Inquisición comenzó a perseguir a Juan de Espina. Se refugió en Sevilla y consiguió recuperar el favor real en 1632 gracias a un memorial sobre música que se conserva en la Biblioteca Nacional de Lisboa. Regresó entonces a la capital y se dedicó por completo a sus investigaciones, en el más absoluto aislamiento. Prescindió incluso de los criados, y se comentaba en la Villa y Corte que utilizaba a sus autómatas como sirvientes.

A su muerte, legó lo mejor de su colección al rey. Destacan una silla giratoria, desde la que contemplaba las estrellas, y los manuscritos de Leonardo que he mencionado al principio de este post. Se conocen como los Códices de Madrid y puedes verlos en la web de la Biblioteca Nacional de España, ya que están digitalizados desde 2012.


Estos Códices tienen su historia, curiosa por una parte y un poco deprimente por otra, porque pone de manifiesto la dejadez de nuestro país en lo que respecta a la conservación del patrimonio artístico y al fomento de la cultura. Lo curioso sería cómo llegaron los manuscritos de Leonardo hasta Juan de Espina: el artista los legó a su joven ayudante y este, a uno de sus hijos, que los vendió al escultor Pompeio Leoni. Leoni vino a trabajar a la corte española, los trajo consigo y acabaron en manos del excéntrico coleccionista español. El Príncipe de Gales quiso comprárselos, pero el hombre se negó y los conservó hasta su muerte. Quedaron depositados en la biblioteca de la Corona, cuyos fondos pasaron a la Biblioteca Nacional cuando se fundó en 1711. Pero a principios del siglo XIX un error en la transcripción de la signatura que identificaba los manuscritos, hizo que se dieran por “perdidos”. En su lugar había dos de Petrarca y uno de Justiniano, y se sospechó que algún fetichista, confabulado con un bibliotecario, se los había llevado para su goce personal. Esto es lo que me deprime un poco. No que una persona transcribiera "Aa 19 y 20" en lugar "Aa 119 y 120", código con que se clasificaron los manuscritos; todos cometemos errores, y este es comprensible. Pero dar por sentado que alguien se los había llevado y no dejarse la piel hasta encontrarlos...


En fin, que no fue hasta 1967, cuando un estudioso de la universidad de Massachussets, empeñado en buscarlos, los halló en una de las estanterías de la Biblioteca Nacional. Comprendieron entonces el motivo de la "desaparición" de estos Códices que fueron expuestos en la Biblioteca Nacional en 2019 con motivo del quinto centenario del fallecimiento del artista. Durante seis meses, se abrió al público un espacio restringido a los investigadores para que cualquiera pudiera gozar de esta maravilla.


(imagen extraída de la web de la Comunidad de Madrid, a la que te lleva el enlace siguiente)


Tuvimos otra oportunidad de verlos este año 2021: hasta el 16 de mayo. Te dejo aquí la información sobre esta exposición "El ingenio al servicio del poder" que tuvo lugar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid) y a la que tampoco pude ir. ¿Has estado en alguna de estas exposiciones? Cuéntamelo en cualquiera de mis redes (Instagram, Twitter, Facebook), si has visto estos Códices.


Gracias por leer este post. Si te apetece compartirlo en tus redes sociales, no lo dudes ni un segundo.





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